Los cobardes son gente peligrosa. Son los primeros en salir corriendo de un edificio en llamas para salvar sus vidas aunque tengan que pisar a niños tendidos en el suelo para conseguir su objetivo. Son los que arrebatan los chalecos salvavidas de las manos de las ancianas cuando un barco se hunde. ¿Titanic? Son los que tiran de sus compañeros corredores en las calles de Pamplona durante los sanfermines para protegerse de la embestida de un toro. Los cobardes son gente peligrosa.
Pero los actos de cobardía también se dan en el mundo corporativo. Cobardes son los que huyen de las organizaciones que han conducido hasta el precipicio con sus planes de pensiones intactos. ¿Lehman Brothers? ¿Royal Bank of Scotland? ¿News Corp? ¿Se nos viene a la cabeza algún caso de España? Mientras, sus empleados quedan atrás sin chalecos salvavidas, sin salida de emergencia cercana o sin portal o vallado de madera en el que parapetarse.
Los cobardes no son líderes aunque hayan firmado contratos que les hayan hecho creer que sí lo son. Seguramente, leyeron con atención, antes de escribir su nombre encima de la línea de puntos, los apartados referidos a las retribuciones y a los beneficios de los que se hacían acreedores.
Sin embargo, los cobardes que soñaron que eran líderes nunca pensaron, mientras hacían el gesto de estampar su firma en sus contratos, en cuáles eran sus responsabilidades, enormes, por las que iban a recibir esas retribuciones tan enormes para unos cobardes y tan justas, en cambio, para aquellos que son sus opuestos, es decir, los verdaderos líderes.
La sociedad, en general, o los grupos de interés, en particular, es decir, los Stakeholders de un negocio, no otorgan Reputación a una organización, ni, por lo tanto, credibilidad, ni respeto, si no están dirigidas por líderes, es decir, individuos capaces de asumir plenamente las responsabilidades de los puestos que ocupan, sin mentir y sin manipular, hacia dentro o hacia fuera de la organización, y que están dispuestos a hacer sacrificios personales por protegerla y por proteger a aquellos que forman parte de ella.
En estos momentos de especial dificultad económica y social, la sociedad observa, juzga y discierne entre líderes y cobardes, entre organizaciones con Reputación y organizaciones sin atisbo de ella.
¿Me he vuelto loco? ¿Me he convertido en un indignado asilvestrado y peligroso? No creo: sigo disfrutando, como desde hace más de 25 años, del maravilloso ejercicio de gimnasia intelectual que supone leer a diario el Financial Times. La perla del FT del 23 de agosto la colocó, para que fuera encontrada, Andrew Hill en su “We’re sunk if bosses are first in the lifeboat”
Jorge Cachinero, Director Senior de Innovación y Desarrollado Corporativo de LLORENTE & CUENCA