¿Apoya usted el acuerdo final para la terminación del conflicto y la construcción de una paz estable y duradera?

LLYC
por
30 septiembre 2016

Con seguridad han sido incontables las veces que en Colombia, entre pública y secretamente, se ha procurado conseguir la paz. Incluso a lo largo de la historia se ha logrado negociar con más de cinco grupos insurgentes, algunos de esos procesos han tenido un desenlace que ha trascendido en el desarrollo del país – como el del M19 – otros han se han teñido de fracaso…

Colombia está hoy ad portas de concluir su segundo intento público- desde que tengo memoria – de concertación con las FARC. Se ha intentado por la activa y la pasiva llegar a este momento, no han sido pocos los esfuerzos ni pocos los líderes que se la han jugado por la paz.

El Caguán

El intento tuvo un efecto que pocos reconocemos porque frente al objetivo mayor parece irrelevante. Los subversivos se burlaron del presidente Pastrana, ya no solo nos atacaron como colombianos sino que se burlaron de nosotros. El resultado –visto desde una perspectiva puramente optimista- fue el reconocimiento internacional de la materia de la que estaban hechos los guerrilleros de la época y la atracción internacional de más ayudas, más solidaridad y más recursos para contrarrestarlos.

Podríamos decir que nos pusimos de moda por ingenuos pero a la vez despertamos sentimientos que impulsaron acciones que, posiblemente sin que se previera, dieron un giro a nuestro futuro…

Creo que no hay colombiano, que gozara ya de razón para ese entonces, que no recuerde con angustia ese momento de espera en el Caguán… esa espera que terminó con una silla vacía porque uno de los invitados jamás llegó. Se dijo mucho sobre aquella imagen, entre otras cosas que ni el Estado ni las FARC estaban listas para la paz.

Seguridad democrática

Posiblemente ese momento fue motor de lo que siguió en nuestra historia. Entre el Caguán y La Habana, hubo un periodo en el que gracias a nuestra elección –no una, sino dos veces– con la decisión, el ímpetu y los recursos, el Estado, en cabeza del presidente Uribe acorraló a la guerrilla y, lo más importante, nos devolvió el orgullo y la confianza en nosotros, en nuestra nación y en que podíamos ser un lugar mejor.

Uribe nos hizo reconocer que nuestras fuerzas militares se jugaban la vida cada día por nosotros, nos hizo pasar del miedo al sentimiento de seguridad cuando tenemos a uno de sus miembros junto a nosotros, Uribe nos dio y les dio la fuerza para lo que venía.

La seguridad democrática y la confianza inversionista fueron sus banderas, así, a la vez que rodeaba y eliminaba a sus enemigos, esta vez por su resiliencia, puso al país en el corazón de muchas otras naciones.

La Habana

Hace seis años, dos de los cuales todo fue un secreto… y cuatro más en los que parecía que pasábamos por una cuerda floja todos los días y en cualquier momento caeríamos. Hubo quienes, como yo, una vez votamos por el presidente Santos en su segundo mandato, votamos porque todo fuera bien y le estregamos casi a ciegas la responsabilidad de conseguir un acuerdo. Se podría llamar un acto de fe.

Hubo también quienes ocuparon todo su tiempo en este periodo para generar dudas, especular, filtrar, mentir, en resumen, como en un mal sueño, el país tenía un propósito que parecía obviamente común y sin embargo empezó a estar más dividido que nunca, ya no entre buenos y malos sino entre quienes nos resistimos a siquiera pensar en no darnos una oportunidad y aquellos que, sometían la oportunidad a valoración por cuenta de quién la estaba liderando, entre otros muchos argumentos racionales y emocionales, todos respetables.

Seis años en los que el rigor de la mesa impedía que se comunicara demás, seis años en los que, incluso quienes hicimos ese acto de fe, ya no sabíamos en que creer. Mientras el equipo negociador nos representaba lo mejor que podía, la oposición presionaba para que el presidente Santos diera explicaciones sobre cada posible término dentro del posible acuerdo.

La vida seguía y entre tanto, condiciones como el precio del petróleo o el matrimonio gay se sumaron a la agenda de presiones por su efecto económico y social. Unos buscando un acuerdo y otros de manera permanente cuestionando tanto lo que no sabían, como lo que saltaba a la vista.

Personalmente creo que como país crecimos y en efecto todo lo que vivimos, protestamos y aceptamos fue un reflejo de que estábamos dando un salto, con miedo, pero tratando de darlo. Reacomodarnos presupuestalmente, avanzar en la generación de igualdad y estar negociando un proceso de paz, es de gente grande.

Vía izquierda, derecha, centro, por donde cada uno lo quiera ver, Colombia maduró. Conseguimos que la esperanza nos hiciera debatir a un nivel distinto, los puntos de la agenda de negociación en sí mismos nos hicieron girar en torno a lo más relevante de nuestra nación, para cuestionar o sumar pero todos entorno a lo mismo, todos queriendo lo mejor, desde la buena fe, espero.

La refrendación e implementación

Al final sobrevivimos, tenemos un acuerdo escrito y firmado. Aquí estamos hoy en una fase más de la historia, llegamos lo más lejos que hemos alcanzado llegar y aun así faltan dos pasos gigantes de la carrera: la refrendación de los acuerdos y su implementación.

Para lo primero, ya sabemos que los referendos van siempre justos, para lo segundo nos esperan unas presidenciales y un nuevo acto de fe, esta vez con una hoja de ruta en mano y el poder de decisión sobre quién podría interpretarla e implementarla mejor.

Creo que darse la oportunidad de un nuevo proceso daba miedo, miedo al fracaso, a la burla, la presión, a que lo conseguido cumpliera con las expectativas de todos, a que siempre todo puede ser mejor (y peor) a que tomara más tiempo que el del gobierno de turno y no se llegara a ninguna parte.

La refrendación también da miedo: votar SÍ eriza la piel, votar NO también. El NO lleva más de cuatro años de campaña, el SÍ recién empezó.

Sobre qué se votará

La agenda de la Habana partió con cinco puntos y concretó cinco puntos:

  1. Programa de desarrollo rural: Este acuerdo sienta las bases para la transformación del campo y crea las condiciones de bienestar y buen vivir para la población rural. Busca la erradicación de la pobreza rural extrema y la disminución en un 50 % de la pobreza en el campo en un plazo de 10 años, la promoción de la igualdad, el cierre de la brecha entre el campo y la ciudad, la reactivación del campo y, en especial, el desarrollo de la agricultura campesina, familiar y comunitaria.
  2. Participación política: Este acuerdo busca fortalecer la participación de todos los colombianos en la política, los asuntos públicos y la construcción de la paz. Busca la ampliación de la democracia como camino para tramitar los conflictos de manera pacífica y el rompimiento definitivo del vínculo entre política y armas, así como abrir la puerta para que en Colombia nos integremos a una cultura de reconciliación, convivencia, tolerancia y no estigmatización.
  3. Narcotráfico: Para contribuir al propósito de sentar las bases para la construcción de una paz estable y duradera, es necesario encontrar una solución definitiva al problema de las drogas ilícitas. En el marco del fin del conflicto será posible dar un tratamiento diferenciado a este problema promoviendo la sustitución voluntaria de los cultivos de uso ilícito y la trasformación de los territorios afectados, dando la prioridad que requiere el consumo de drogas ilícitas bajo un enfoque de salud pública e intensificando la lucha contra el narcotráfico.
  4. Víctimas: El Sistema Integral está compuesto por diferentes mecanismos judiciales y extrajudiciales que se pondrán en marcha de manera coordinada con el fin de lograr la mayor satisfacción posible de los derechos de las víctimas, rendir cuentas por lo ocurrido, garantizar la seguridad jurídica de quienes participen en él, y contribuir a alcanzar la convivencia, la reconciliación, la no repetición, y la transición del conflicto armado a la paz.
  5. Desarme: Este acuerdo establece los términos en que se dará el fin de las confrontaciones con las FARC mediante un cese al fuego y de hostilidades bilateral y definitivo, así como un cronograma preciso para la dejación de todas las armas en 180 días y el inicio de su reincorporación a la vida civil. Naciones Unidas -a través de un proceso técnico, trazable y verificable- recibirá la totalidad de las armas de las FARC y le garantizará al pueblo colombiano su dejación completa e irreversible.

Derechos y deberes

Aunque el equipo negociador es el interlocutor por excelencia para expresar el alcance de lo acordado e imprimir a los hechos el sabor que merece el haber sido protagonistas de tan loable hazaña, somos un país de las de 45 millones de habitantes y ni el tiempo disponible, ni los medios de comunicación a nuestro alcance, ni la capacidad humana de este grupo de humanos serán suficientes para sanear dudas, desvirtuar rumores, corregir interpretaciones y asegurar que nos facilitan la tarea de entender la forma en que ha quedado resumido un deseo, dentro de lo que las posibilidades permitieron.

Cada colombiano ahora es responsable y doliente de actuar ante esta oportunidad. Lo mínimo es leer, tratar de entender, decidir y votar a conciencia, por nosotros y en nombre de los que vienen.

Ha sido la cadena de sucesos, actores y posturas la que desde la ingenuidad, el ímpetu y la decisión nos trajo a este momento. Entiendo que con lealtad, honestidad y responsabilidad se ha construido un acuerdo que, ahora casi con la misma combinación –ingenuidad, ímpetu y decisión– debemos refrendar.

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